México podrá ser el mejor del área, pero en casa la azul no respeta jerarquías y por ello puede sacar un buen resultado el martes.
Llega México al estadio Cuscatlán y los ánimos se encienden.
¿El partido más importante? Yo diría que el más emotivo. Por antecedentes, actualidad y carácter de ambos pueblos, es uno de los duelos más intensos de la CONCACAF, por más que los aztecas pretendan que un partido en El Salvador es uno más en el calendario, por aquello de que están varios escalones arriba.
Es que en el Cuscatlán los rivales se pueden opacar y la azul se siente muy fuerte, tanto o más que aquellos que tenga enfrente.
Las casi 30 mil almas apasionadas que pintan de azul y blanco las gradas emparejan la balanza y es por eso que un resultado positivo es más que una ilusión, es una posibilidad real.
Este martes se conjugarán todos esos factores con lo meramente futbolístico, aspecto en el que el panorama no es tan negro como algunos lo pintan.
Porque el viernes, en el estadio Azteca, México mostró poco más que el dominio que se le exige ante un equipo caribeño, y oportunismo para aprovechar los errores defensivos de Guyana, con lo que maquillaron un desempeño sin pasajes brillantes.
Además, la azul dejó claro en San José que no dejará que nadie la maneje a su antojo y que tiene argumentos (idea, garra, talento, fortuna incluso) para hacer que cualquiera pase un mal rato.
Así pues, a lo único a lo que se debe temer es a los errores que hicieron caer a Guyana en el Azteca, porque de esos también tenemos, y varios, como se vio en Costa Rica.
Por lo demás, la mesa está puesta para seguir echando sal en las herida del “Tri”.
Ni el talento de los jugadores mexicanos pesa más que el Cuscatlán a tribunas llenas.
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