Alianza toque, toque: la previa
Ir a ver jugar al Alianza es un ritual que inicia al subirse en una 44 un domingo a la tarde. Pagarle al motorista y sorprenderse de la soledad de la coaster, hasta que de un pick-up se bajan más de quince tipos, todos vestidos de blanco, todos menores de treinta años, y se suben en tu coaster. El motorista, con una camisa alba retro —la Tropi de inicios de los noventas—, sonríe. “Se nos va a llenar”, dice. La coaster arranca y salimos de la Zacamil.
Los quince tipos se sientan y conversan de todo menos de fútbol. René le cuenta al Chino que ya le consiguieron trabajo, va a hacer limpieza en el ISSS. El Chino le cuenta que acaba de salir de parciales y no ha dormido bien. “El doc”, el mayor de todos, dice que en el Seguro no dieron puente y que le va a tocar penqueado, porque empieza turno a las 7 p. m. Llegamos a la UES y suben familias, parejas con niñas, uniformados todos. Los “Ojalá ganemos, papi” con voz infantil resuenan dentro de la 44 y los quince tipos de la parada anterior le preguntan a uno de los padres “¿Cuántos años tiene tu niña, varón?” —“Tres”, responde el otro, orgulloso.”Qué vergón. Cuidala”. El padre sonríe, la niña dice “gracias” y llegamos a Metro.
Son las 2:15 p. m. y falta una hora para el partido. Sobre Los Héroes camina un mar de banderas blancas que esperan ingenuamente que pase una 44 vacía. La coaster no da para más y el motorista anuncia “directo a Saquiro”. El Chino grita “hey Negro, subí hasta el Estadio”. El motorista se ríe y nos recuerda “está lleno de juras, no me van a dejar”. La jura, mala palabra entre el conglomerado blanco. “Allá van los perros, listos a repartir” dice El Doc. Enfrente, en el paso a desnivel de la Terminal de Occidente, pasaba un camión lleno de efectivos de la UMO. Nos acercábamos a El Hermano Lejano.
Bombos de niñas que se enamorarán del fútbol, bombos de sus padres que las llevan al estadio. Bombos que caminan hacia una mole de cemento pintado de rojo y amarillo. Bombos que pagan $3 en la taquilla de sol general. Bombos que dejan que los requise la policía y suben la infame rampa que habrá de revelar la inmensidad de ciento siete metros verdes donde ese domingo se definen más que tres puntos y una posición en la tabla. Un estadio que tiembla porque hoy somos dieciséis mil. Y venimos de perder dos veces. Y hemos venido a ganar.
Fuente: LA CULEBRITA MACHETEADA
1 comentario:
¡Gracias por compartir nuestro artículo! Solo quiero aclarar que fue hecho por Virginia Lemus, una aliancista de corazón. ¡Saludos!
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