Así es el fútbol. Lindo, porque es ilógico. Porque por muchos nombres y estrellas de un equipo, nunca faltará el supuestamente inferior que sea capaz de sacarle los colores y dejarlo en evidencia. Justo como sucedió ayer con Juventud Independiente y Alianza. El primero, el equipo que más tiempo invirtió en pretemporada del Clausura 2013, le robó un empate al segundo, el que más plata invirtió en fichajes.

Y sucedió de la manera más dolorosa posible para los capitalinos y la más afortunada posible para los opicanos, que pasaron de estar a punto de sacar en un cambio al jugador que les iba a dar el tanto del empate a mantenerlo en la cancha y dejar que el tiempo hiciera su obra.

Fue un empate justo. Ambos tuvieron oportunidades en diferentes momentos para anotar y quedarse con la victoria, pero como ninguno definió, la suerte lo hizo por ellos y premió el esfuerzo albo para resistir la mayor parte del partido con uno menos y el esfuerzo opicano por no darse por vencido hasta conseguir el empate.

La puesta en escena del nuevo Alianza tuvo –a excepción de Alexander Escobar– a todos sus refuerzos: desde el ya evidente surtidor de balones Osael Romero hasta los hombres de ataque Orlando Rodríguez y Jonathan Faña, sin dejar de lado al interesante mexicano Jairo Araujo, que dejó un par de estampas a la hora de colaborar en el aporte ofensivo.

Empero, pese a ello, Juventud Independiente ha hecho del ideario futbolístico de Juan Ramón Sánchez su escudo y del toque ordenado su firma. Así mantuvo a raya al Alianza durante toda la primera mitad, con las líneas adelantadas, jugando al fuera de juego en un par de ocasiones y con la rapidez suficiente del repliegue cuando Faña tiraba la diagonal y rompía off-side.

Ordenados, los de Opico, empero, protegían bien su área aunque les costaba coordinar para atacar. Alianza ponía en evidencia su talento en la media cuando recuperaba un balón sí y otro balón también con rapidez suficiente para que Álex Campos y Mario Abadía no inquietaran a Miguel Montes.

Pero faltó pegada. En 30 minutos, tuvo tres chances: un tres contra uno en que Faña retrasó demasiado el tiro, un remate dentro del área de Araujo que Jasir Deras sacó a tiro de esquina y un centro de Osael al que Otoniel Carranza le metió el pie antes de que lo hiciera Orlando Rodríguez.

En control del juego, Alianza se perdió cuando llegó el '36. “El Papi” Rodríguez le enseñó la marca de sus tacos de manera poco ortodoxa a Deras y se fue expulsado con roja directa.

El jugador de más le dio valor al Juventud para el segundo tiempo. Lo demostró al inicio del mismo con una jugada de Óscar Cerén, que ganó la línea de fondo y metió un centro que nadie alcanzó a empujar. Se dio cuenta de que era capaz de ver a los ojos a Alianza y lo hizo con arrebato.

Empero, los albos tampoco es que entraran en estado de shock. Únicamente rehicieron su dibujo y montaron de nuevo en búsqueda del tanto que les allanara el camino del triunfo. Ramiro Cepeda movió lo que debía y lo que no pudieron hacer los nuevos lo hicieron dos de la casa: Arturo Albarrán y Nelson Bonilla. El primero le ganó un balón a Juan Carlos Portillo y corrió hasta el fondo para luego meter un centro que el 11 blanco solo tuvo que empujar al fondo de la red.

En ventaja, sin embargo, Alianza se acomodó sobre la cancha. Cesó en su esfuerzo de presionar al “Juve” y optó por esperar que los de Opico se desbocaran a buscar el empate para tener una contra que pudieran convertir en sentencia.

Tuvieron una, sobre el '55, cuando Bonilla repitió la acción de Albarrán unos minutos antes. Sin embargo, optó por definir diferente y en lugar de cederla para que Osael empujara, se tiró a la individual, donde la defensa le desarmó la jugada.

Fue la última noticia de Alianza en todo el partido sobre el arco de Deras. En adelante, Juventud Independiente sacó lo mejor de su repertorio. Cuando debió jugar corto, jugó corto; cuando debió jugar en largo, jugó en largo y así fue amontonando al local en su área hasta llegar a tenerlo, en un momento, con los 10 jugadores metidos en su sector de la cancha.

Fue entonces cuando le jugó la suerte a favor. Sobre el '75, tenía listo el cambio de Irving Valdez por Abadía, pero debió cambiarlo por la expulsión de Granados. Ya no salió el colombiano, sino Juan Carlos Portillo y entró Juan Carlos Orellana. Dieciocho minutos después, cuando todo parecía sentenciado, una última jugada, un último tiro de esquina, un último centro y una última salida (fatal) de Miguel Montes. Abadía cabeceó al fondo y, entonces sí, el empate quedó sentenciado. Así es el fútbol. No se acaba hasta que se acaba.