Se entiende el descontento tras ceder puntos en casa, pero las reacciones de los albos la noche del sábado denotaron excesiva preocupación, inclusive desesperación. ¿Por qué lo hacen ver tan grave?
Aunque el Alianza está obligado a igualar o mejorar el desempeño del torneo anterior y, por consiguiente, a salir campeón, no hay que perder de vista que el Clausura apenas lleva dos jornadas, que aunque es importante no ceder terreno, no hace falta ganar todos los partidos para llevarse la corona y que la credibilidad generada en 2010 debe ser aprovechada para guardar un poco la calma y encontrar a paso lento, pero seguro, el desempeño ideal.
Por supuesto que algunos factores como la exigente afición y desempeñarse en un medio futbolístico eminentemente resultadista hacen que mantener la cordura sea un poco más difícil, pero lo peor que le puede pasar al plantel es canalizar esas sensaciones en ansiedad o frustración, generando presión para sus figuras, para el cuerpo técnico y hasta para los jugadores lesionados, a quienes podría llegar a exigirse resultados de forma prematura.
Dos partidos sin anotar hacen escándalo en este fútbol. El reto albo es no ser parte de ese juego.
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