El fichaje de Osael Romero por el Alianza fue la bomba del mercado de piernas salvadoreño. Un golpe mediático y deportivo tan fuerte como inesperado, por aquello de que iba a Europa y si regresaba, sería al Águila. Hasta queda la impresión de que cayó de rebote en un equipo que ya tenía cerradas sus filas, pero que siempre puede permitirse (en cuanto a dinero y en cuanto  a espacio) una adición de semejante calibre. 

Como todo equipo grande, el Alianza siempre quiere tener lo mejor y esta era una oportunidad que nadie hubiera dejado escapar.

En fin, sin haberlo contemplado en un inicio, los albos ganan una pieza que  les deja en el papel como el equipo mejor reforzado para el Clausura 2013, en el que la consigna es el título, pero que también deberían aprovechar para mejorar un poco su imagen tras dos meses cargados  de eventos que dejaron mal parado al club. 

Me explico: la negativa a recoger las medallas de subcampeón del Apertura 2012, el plantearse pedir a la liga que Joel Aguilar ya no arbitre sus partidos,  el pleito de Valencia con  Sosa y el posterior abandono del amistoso contra la selección.
Estas actitudes quizá no  generen incomodidad  en el  entorno aliancista (plantel, directiva, afición), pero desde fuera se ven mal y  aumentan la apatía hacia el equipo.  

A Osael lo contrataron por su calidad, que le sobra, pero también se puede sacar provecho de su personalidad serena, alejada de polémica, y proyectarla como el perfil de jugador que necesita el Alianza, equipo que  por su popularidad está muy expuesto al juicio público.
Osael Romero debe ser referente de juego y de maneras en un Alianza que necesita serenidad.