
Alianza le pegó una desconocida total al FAS, que por guardarse jugadores pensando en el duelo de Concachampions, tuvo que sufrir que los albos le pasaran encima y ganaran su primer partido del torneo por un contundente 4-0.
Así cómo no los van a querer. Alianza vivió su día más felíz de los últimos años, y con buen fútbol, contundencia y goles, volvió a enamorar a su afición y goleó —y humilló— a un FAS desconocido, que, por el contrario, tuvo una de sus tardes más amargas de los últimos años. Más que por los cuatro goles. Más que por que el completo control del juego haya sido todo de los albos. Más que por los olés de la Ultra Blanca. La de ayer bien puede considerada ser la tarde del renacimiento aliancista.
José de Oliveira, José Alvarado, Rodolfo Zeraya y Herbert Sosa. Los cuatro jinetes del apocalipsis asociado, que optó por guardarse jugadores pensando en el partido de media semana por la Concachampions, y que lo pagó caro, porque los problemas del futuro no se pueden resolver antes que los del presente.
Ni un solo tanto habían anotado los blancos en sus primeros dos juegos. Se los estaban guardando quizá para el juego contra FAS. Ni siquiera porque el colombiano Alberto Rujana, entrenador tigrillo, había visto a los albos a media semana contra Cuba, ni así se le ocurrió una idea que contuviera el empuje albo.
Porque Alianza empujó y empujó. Rodolfo Zelaya disparó un tiro libre a la par del poste, y se sacó un puntazo que Luis Contreras mandó, aflictivamente, al tiro de esquina. El gol rondaba por ahí.
FAS apenas podía proponer a la ofensiva, con el argentino Alejandro Bentos solitario en la zona ofensiva. Todo era pegar, pasar e inventar. Solo así desconcentraron en la primera media hora a los locales, a los que, sin embargo, les bastó con anotar el primer gol para volverse amos y señores del juego.
Al '40, en un tiro de esquina, Oliveira entró sin marca al área chica, justó para meter el testarazo que dejó sin chances a Luis Contreras y que significaba el inicio de la fiesta capitalina.
Con el tanto en contra, Rujana tuvo que buscar fuerza adelante, y mandó a Williams Reyes y Carlos Aparicio; el problema es que de nada sirven las piernas adelante si no hay en medio. Si no se roba la pelota no hay oportunidades, si no hay control no hay opción. Eso es lo que dicen los libros.
El único del cuerpo técnico que intentaba poner orden al desorden fasista era Jorge Abrego, auxiliar técnico. Rujana se quedó sentado, quizá decepcionado, y si se paró alguna vez, ya el “Zapatero” le había ganado el mandado y daba las indicaciones que el colombiano tendría que estar dando.
Conciente que FAS no tenía opción de hacerle daño —a menos que fuera en un descuido o una desconcentración propia— Alianza continuó con su toque, hasta que, al minuto 63, “Tacuba” Alvarado tuvo todo el espacio y el tiempo a su disposición para sacar un derechazo que se coló a la par del poste izquierdo de “Motor”. Iban dos.
Con puertas abiertas
Para entonces, ya era más que un hecho que FAS no tenía recursos para intentar la remontada. Bentos seguía peleando por intentar sacarse jugadores, pero no tenía acompañamiento en un fantasmal Reyes, y sus demás compañeros estaban más ocupados ganándose tarjetas amarillas que produciendo fútbol.
La displicencia se apoderó del conjunto asociado, que ya no pudo hacer más que dejar pasar el tiempo entre los repetidos olés de la afición aliancista y con la sensación que está lejos de hacerle honor al mote de candidato a ganar el torneo que se le podía haber endilgado al inicio del campeonato.
Cada bajada de Alianza olía a gol. Milos Miljanic le dio oportunidad para que tuvieran minutos de juego a Julio Martínez y a Cristian Castillo; pero los que movían las emociones y causaban más desbarajustes eran Sosa y Zelaya.
Minuto 83. La defensa fasista probó a jugar al fuera de juego, pero Sosa se los desarmó con un pase a la banda derecha, donde Julio entró y enfiló a marco.
Su centro no encontró rechazo en la zaga fasista, sino receptor en los tacos de Fito, que la empujó y hacía ya evidente el baile que le estaban pegando a FAS. La (poca) afición santaneca ya abandonaba las gradas del estadio.
Todo era show. Todo era espectáculo. Entró en Alianza el brasileño Willer de Souza, que se dejó un par de detalles con la pelota para animás más a la grada, y para hundir más la autoestima asociada.
Pero faltaba el cuarto. Faltaba el de Sosa. Un tiro de esquina occidental derivó en un rechazo de la zaga aliancista y en una contra veloz, donde el “14” blanco cogió la pelota.
Sosa corrió desde la mediacancha; no driblando fasistas, porque estos corrieron a la par de él sin que a nadie se le ocurriera meterle la pierna, y cuando ya estaba dentro del área, se detuvo, vio que nadie lo marcaba, que Contreras no salía, que la red se sacudía. Pegó y anotó. El 4-0 estaba consumado. Goleada.
Cuatro minutos dio de descuento el árbitro. Uno por cada gol, quizá. Rujana los vio con la mitad del cuerpo metido en las gradas para entrar al camerino. Acabó el juego y acabó la humillación. Ahora les toca pensar en el Toluca.
En Alianza acabó el juego e inició la celebración. Cuatro goles a uno de los rivales más encarnizados, tres puntos para subir en la tabla, y una victoria para la moral. Esa que hoy les dice que, así, cómo no los van a querer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario